martes, 9 de septiembre de 2014

Entrevista a Isabel Bono

Entrevista a Isabel Bono (Primera Parte)La poesía tiene la habilidad de ayudarnos a explorar nuestro universo personal a través de las experiencias colectivas, y viceversa. Bueno, no toda la poesía… Cada tanto surgen mujeres y hombres que lo consiguen y gracias a ellos nosotros nos sentimos parte del mundo. En la poesía de Isabel Bono estoy segura que cualquiera de nosotros puede encontrarse. Hace un tiempo publiqué un artículo sobre su obra; hoy le toca el turno a la autora, de contarnos en primera persona cómo escribe y por qué.


El abrazo de la literatura

 “Vida extra es justo lo que me ha dado la escritura”, dices en tu blog. ¿Cómo fue descubrir esa posibilidad al acercarte a las palabras. Fue un acto consciente o de pronto te diste cuenta de que estabas viviendo para y por la escritura?

—Bueno, no creo que nadie viva por y para la escritura. Uno vive como puede, y la escritura llega o no llega. En mi caso llegó por imitación. Leía muchos cuentos (de aquellos troquelados de los años 60-70) y quise “hacer eso”: contar cuentos y hacerles dibujos. Yo creo que casi todo empieza imitando aquello que nos gusta.
»Al inventar historias y contarlas por escrito somos capaces de vivir otras vidas. También nos pasa leyendo, claro. Por eso digo que la escritura (y la lectura) me han dado Vida extra.

¿Cómo te llegó la escritura? ¿Algún referente familiar que te haya acercado a los libros?

—Sí, mi padre se iba a la cama siempre con un libro, y yo me iba detrás con cualquiera que pillara. Mi padre dice que me recuerda entrando en la cama con un libro de cocina que era más grande que yo. Imitación, ya digo. De niña y de adolescente, mi padre solía recomendarme libros, pero me temo que tenemos gustos muy distintos, así que yo seguí mi camino de lecturas y él las suyas.
»La escritura, como digo, me llegó leyendo. Hubo un cuento de niños que me emocionó mucho, sentí incluso vergüenza por llorar por un cuento. Pensé en el poder de la escritura e inmediatamente quise “hacer eso”, ser capaz de escribir y emocionar. Con el tiempo he cambiado y escribo “porquesí”, porque me gusta, porque soy más feliz mientras escribo. Ya no busco emocionar, ya no busco nada. Sólo escribo por el acto de escribir.

— ¿Cómo te enfrentas al proceso creativo? ¿Tienes una rutina? ¿Alguna
manía, quizás?

— Se supone que la prosa y la poesía vienen por caminos diferentes. La prosa es fruto de la reflexión y la poesía de la intuición. Pero me he dado cuenta de que en mi caso las dos me llegan intuitivamente. Así que no tengo que enfrentarme a ningún proceso. Me llega con naturalidad. Para empezar dependo de la inspiración, y después voy construyendo sobre eso, tiro del hilo. Después sólo es trabajo de poda. Tanto en la prosa como en los poemas. Para mí escribir es trabajo de jardinería.
»Rutina creo que no tengo. Quizá la de escribir lo que he soñado (las mañanas que me acuerdo), pero no tengo rutinas ni manías. Normalmente lainspiración me llega en movimiento, cuando camino. Es muy raro que me llegue si estoy sentada frente al ordenador.

¿El universo onírico como posibilidad creativa?

— Sin lugar a dudas tu habilidad para hacer del universo onírico un espacio de expresividad literaria es alucinante. Desde que vi tu blog de los sueños suelo pasarme por allí con cierta asiduidad. ¿Cómo se te ocurrió explorar esta faceta? ¿Te interesan los sueños? ¿Cómo? ¿Te interesa su significado o más bien la posibilidad de hacer de ellos ficción?
— Pues se me ocurrió porque el verano del 74 me regalaron un diario y me resultaba aburridísimo contar cada día exactamente lo mismo (mi vida no daba para muchas aventuras), así que me puse a pensar en qué podría escribir que fuera A) cada día distinto, B) que no fuera mentira (mentir en un diario con candado, ¿qué gracia tenía?, ¿a quién engañaba?). Y se me ocurrió que los sueños son siempre diferentes y no pueden ser mentira porque son sueños. Así empecé, con 9 años, a escribir lo que soñaba.
»Con 15 años (ay, la adolescencia) tiré todas las libretas (y me arrepiento). Con 20 o así, retomé aquella costumbre de escribirlos. En 2006 tuve la suerte de que me publicaran un libro La espuma de las noches (sueños 1995-2005) con una selección de sueños. Y como a los amigos les gustaba verse haciendo cosas extrañas, en 2008 abrí el blog.
»La verdad, y siento decepcionarte, los sueños me interesan poco. Sólo me interesa el acto de soñar, de que el cerebro descanse, de verme hacer cosas que no hago despierta (volar, por ejemplo). Pero no me interesa su significado ni su interpretación.
»A veces pensé que los sueños podrían servirme como buffer para sacar después de ahí algún relato, pero no se puede (o no he sabido). Los sueños son lo que son y creo que sólo me interesa contarlos “tal cuál” con ninguna literatura a ser posible. Si empiezas a meterle literatura a un sueño te lo cargas, ya no es “lo soñado” es otra cosa. Por eso prefiero contarlos describiéndolos como escenas, lo más asépticamente posible.
»Hace poco pensé en la posibilidad de contarlos más abstractamente, digamos. Contarlos en forma de poema. Es curioso, porque algunos no se dejan. Es como si tuvieran su propio lenguaje.

Las dudas y las lecturas preferidas

 En tu poesía más que encontrar respuestas hay toneladas de preguntas y dudas. ¿Podríamos decir que es la creación una forma de exponer tus miedos y tus dudas más que de entenderlos? ¿Te ayuda la escritura a comprenderte?
— Me suena que hace tiempo dije por ahí que escribiendo no pretendía buscarme a mí misma. A estas alturas me conozco bastante bien (para bien o para mal). Escribo sobre todo por gusto (el acto de escribir, oh). Miedos creo que no tengo. Si no hay dudas, si no hay conflicto, creo que no hay escritura. Cuando somos felices no escribimos, nos es suficiente con ser felices. Cuando hay algo que
nos roza inmediatamente echamos mano a la escritura (el que escriba, como lo hará al lápiz el que pinte). En mi caso vendría a ser como hablar sola, pero por escrito.

 Si dijera que te veo leyendo a Franz Kafka a Julio Cortázar y a Virginia Woolf ¿me equivocaría demasiado? He encontrado aspectos de ellos tres en tus poemas: algo de esa melancolía de la vida que no llega a comprenderse, de la fantasía como parte indivisible de la realidad y de la soledad como tarjeta de pase para acercarte a las palabras. ¡Háblame sobre tus lecturas y tus autores de referencia!
— Qué bonito que veas a Kafka, qué más quisiera yo. Cortázar no me entusiasma y a Woolf la he leído de pasada.
»Melancolía, más bien nostalgia, sí hay. Aunque creo que en los poemas queda algo exagerada porque no soy demasiado nostálgica, la verdad, no soy de “echar de menos”. Nostalgia de futuro sí me noto (será la edad) cada vez más. Pensar en todo eso que no voy a ver, a leer, uff.
»No me gusta leer crítica, no me gusta que me dicten un camino, que me digan esto es bueno y esto es malo. Voy leyendo donde me van llevando las lecturas Ya de niña me aburrían los libros de aventuras, de misterio, de acción. Me dejan completamente indiferente los poemas rimados, la retórica y los jueguecitos. Me gustan las historias donde aparentemente no pasa. Me gustan Askildsen, Beckett, Bernhard, Camus, Carver, Duras, Kafka, Kristof, Stamm, Vonnegut. Me gusta Fonollosa y Gamoneda. Y Fernando Luis Chivite. Me gustaría escribir como cualquiera de ellos.

La música en la obra de Bono

 Tus palabras siempre están llenas de música ¿Lo sabías? ¿Sueles escuchar mientras escribes? ¿Qué música te gusta?

— Pues no lo había pensado, pero qué bien, qué bonito eso que dices. Ya te digo que normalmente la inspiración me viene caminando, así que “la música” sería los sonidos de la calle. Después, cuando llego a casa y transcribo las notas que he tomado mentalmente, sí suelo ponerme música para tirar del hilo. Suele ser música sin letra, para que no me entorpezca. Me gustan mucho Bach, Barber y Satie para tirar del hilo de los poemas. Para prosa Mozart, Schubert y Scriabin van muy bien.
»No lo había pensado hasta ahora, pero para corregir-podar sí pongo canciones. Mis clásicos son Tom Waits (por encima de todos). Y Centromatic, Chet Baker, José González, Kings of convenience, Mark Lanegan, Song:Ohia, Sparklehorse, Thalia Zedek (como ves, todo muy “aminado”).
»Y Extremoduro, Los planetas, Sr. Chinarro, Standstill.
»Y al despertarme, siempre, Antonia Font, El niño gusano o The Smiths,
según el día.

— Recientemente has publicado “Cahier” ¿Cómo fue la creación de este libro y su publicación? ¿Qué te gustaría conseguir con esta obra?

— Fue muy divertido. En el ’95 me quedé sin palabras. Pensé que ya las había usado todas, así que me propuse usar palabras de otros recortándolas del periódico. Comencé a pegar frases y palabras en una libreta, y al cabo del año tenía más de 100. Pensé que nunca me lo publicarían, pero la editorial Baile del sol ha sido muy valiente. Y digo valiente porque igual viene alguien diciendo que eso no
es poesía, pero bueno.
»Cuando he llevado esos recortes (en la libreta original) a algún instituto, los niños han alucinado. Creo que en general se tiene la idea de que la poesía es algo lejano, como de otro mundo. Siempre les cuento que la poesía está donde ellos quieran, que está en la manera de mirar las cosas, hasta las noticias del periódico.
»¿Conseguir?, pues mira, que la poesía no sea algo raro y ajeno destinado a unos pocos. Bajar la poesía de su absurdo pedestal y hacerla cercana. Eso estaría bien.

Las piedras reafirman la imitación

 Me ha llamado la atención tu interés por las piedras. ¿De dónde viene esa “obsesión” y qué clase de relación tienes con tus piedras? ¿Alguna conexión con la escritura? (Debo confesarte que también me atraen especialmente; en mi caso me interesa la capacidad que tienen de acortar distancias en el tiempo).

— Pues creo que viene de una serie noruega, creo, de los 70 que se llamaba “La piedra blanca”. Por imitación, de nuevo, quise tener una piedra blanca como los niños de la serie. Así que me traía siempre de la playa un cubito de piedras blancas para ver si daba con la buena (hasta que cubrí el jardín de la casa de mi abuela). Después seguí cogiendo piedras de los sitios a los que iba. tengo un montón, la verdad. No sé, me gusta mirarlas, miro una piedra y mis pensamientos se detienen. También me gusta pasear con una piedra en el puño, no sé, las piedras acompañan.
»La verdad es que empecé a subirlas al blog porque pensé que en algún momento me desharía de ellas, y por tener el recuerdo en foto (que ocupa menos). Pero al final tengo las piedras y el blog (a veces regalo algunas).

— Ha quedado muchísimo fuera. ¿Alguna cosa que quieras compartir con los lectores y que no te haya preguntado?

—Nada, un placer, aquí estoy para cuando se te ocurran más preguntas.
»Yo creo que me has sacado todos los “trapos limpios”. No se me ocurre nada más. Quizá sólo repetir eso de que hay que acercarse a la poesía sin miedo. No hay que pretender “entenderla”. No entendemos la música, la música es más abstracta que la poesía, y sin embargo nos llega. Pues eso, hay que acercarse a la poesía como quien escucha música, dejándose envolver.

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