cada vez que dos ojos se cierran
las nubes fronterizas se estremecen

Federico Corral Vallejo
Es verdad que llevo unos días sin asomar por aquí, pero, desde luego, no andaba lejos de la poesía. He estado esta última semana con la cabeza metida en un magnífico libro de poemas: Tan lejos de Dios. Poesía mexicana en la frontera norte, una antología coordinada por el amigo Uberto Stabile y editada por Baile del Sol.
Cuando dimos cuenta de su publicación, hablamos de que sonaba interesante ver qué se estaba escribiendo en uno de los territorios más marcados por lo que llamamos el proceso de descomposición. La descomposición es un proceso de arrase de la institucionalidad y las estructuras clásicas del Estado, y con ella, de cierta cohesión social, que pasa ser sustituida por “La aparición de paraestados, filés negras, bandas criminales, terrorismo transnacional y otras formas aberrantes y autoritarias de alcanzar una cohesión social básica” (Indianopedia, ref: descomposición). El norte de México es uno de los territorios más azotados por este proceso, convertido en un espacio donde combaten de manera crudelísima, los aparatos del estado, bandas que generan su propia legitimidad social, como la llamada Familia Michoacana, con su propia ideología y santoral, redes competidoras de narcotráfico… y, en medio del baño de sangre, de un horizonte de desesperanza interminable, los poetas mirando, y diciendo.
Tan lejos de Dios recoge voces de poetas mexicanos de los inmensos territorios del Norte, que es frontera con los Estados Unidos, frontera tangible y fantasmal a la vez, fruto de una guerra que no se olvida. La Frontera es una presencia permanente, e, incluso, como alguna vez ha dicho uno de los antologados, una manera de pensar: “¿Cómo se distingue a un fronterizo? Es aquél que apenas llega a un género, cultura, idioma o cantina, inmediatamente busca la respectiva frontera para poderla cruzar.” De esa tensión fronteriza y de la presencia continua de las más descabellada violencia, surge una poesía íntima y civil al mismo tiempo,cercana y experimental, con voces de una fuerza extraordinaria, ante cuya lectura, tengo que decirlo, palidece casi cualquiera de las antologías de poesía joven o reciente, que se han publicado en esta orilla en los últimos tiempos.
Es difícil sustraerse a la fuerza de poemas como estos:
En esta ciudad de migrantes
no hay un tiempo propio.
Cada que pregunto la hora
me dan la de otra parte.
Nadie es de aquí.
Los relojes de los habitantes
marcan los minutos olvidados de sus ciudades.
Yo, que vivo sin reloj
menos derecho tengo al tiempo.
.
La hora no nos pertenece ya.
Laura Jáuregui Murueta.
Take a walk on the wild side:
.
Me alejo de casa
mis padres
esperan a lo lejos
ver una piedra con mi nombre
.
han dicho adios
cerrado la puerta
pronunciado la palabra cielo
dios
acaso te acompañe
en ese viejo y conocido tránsito por el infierno
.
mi madre duerme
son las 4:05 P.M.
la sombra de mi padre bebe en algún bar
.
yo                          tranquilo
acabo de nacer
y sueño entre la lluvia
una piedra con mi nombre
Edgar Rincón Luna
Estos son dos de las muchas páginas con la esquina doblada que tiene mi ejemplar de Tan lejos de Dios, al que no tardaremos en volver. Hay voces ya conocidas, como la de Heriberto Yépez, Cristina Rivera Garza (“El escritor: un forense que anota lo que sale de adentro. / El lector: el ministerio público que testifica los hechos“) o Margarito Cuellar… pero el libro es una fuente de voces sorprendente que habrá que seguir bien de cerca. Mis felicitaciones a Uberto, que lleva años haciendo de México su segunda casa, y que ha hecho una fuerte labor de promoción de la escrituras alternativas mexicanas en España, y a Baile del Sol, que desde Canarias sigue trabajando por lazar orillas.