viernes, 17 de diciembre de 2010

ACANTILADOS DE HOWTH

Título, Acantilados de Howth
Autor, David Pérez Vega
Editorial, Baile del Sol


Original de 2010
186 páginas.
Pvp, 12 €

Qué extrañas resultan las coincidencias. Hace unos días estábamos hablando de Federico García Lorca por aquí, de uno de los primeros autores en recuperar EL CABALLERO DE OLMEDO para la escena, y surgió a las pocas horas el fallecimiento de Fernando Urdiales, que en 2009 había hecho su propia versión de la obra de Lope de Vega y que introducía en esta a sus entrevistadores como deudora de la versión de Lorca. Hablábamos de la muerte de este y de la importancia de la idea de muerte en este y se nos murió también aquel... Y al día siguiente Enrique Morente, también granadino, que había cantado a Lorca y a Lope de Vega, al que el librero había visto en un concierto de la gira OMEGA con LAGARTIJA NICK, espectacular, vibrante... Vaya semanita llevamos...


Hoy toca un vivo. Por fin. A David Pérez Vega me gustaría conservarlo por mucho tiempo. Gracias a él he estado leyendo el pensamiento de un tipo llamado Ricardo y, oye, leer pensamientos es gratificante y no suele estar al alcance de uno. Ricardo es una persona melancólica, triste, resignada a la derrota: sus accidentes parecen necesarios. Trabaja en Campo de las Naciones como contable y, en general, su vida se ha ido precipitando hacia el fracaso, que es lo que está al final cuando empiezas a caer.

Ricardo es de Móstoles, de allí conserva su vieja pandilla de amigos con los que explorara la vida nocturna hasta el exceso en su juventud, con los que viajara a Holanda, en uno de los capítulos que Pérez Vega nos narra, en busca de experiencias a duras penas controlables... son los amigos a los que siempre cabe acudir... a los que acude ahora que las cosas se han puesto difíciles. Ahora que se está separando de su esposa, Isabel, a Ricardo se le vienen sus amigos de Móstoles a la cabeza, las correrías que tuviera con ellos, el accidente de coche en una noche de fiesta alcohólica cuando ya salía con la que sería su esposa... de vuelta de Irlanda, de vuelta a la realidad. Y todo nos lo cuenta con aire de tristeza e, incluso, arrepentimiento, como siendo consciente de lo que antes le pasara desapercibido, rencoroso con su ignorancia de antaño.

Irlanda fue la ficción, un juego según palabras del propio protagonista. Allí trabajó de mentira, tuvo amigos de mentira, se enamoró de mentira e incluso engañó de mentira. Los acantilados de Howth una imagen romántica que no pudo ser: mentira también. Y Ula fue la chica que estuvo a punto de hacer que todo fuera verdad. Pero tomarse la vida como juego tiene consecuencias. La historia de Ricardo con Irlanda es la historia de lo que pudo ser y no fue, y lo que la vida real en Madrid le trajo a posteriori es la confirmación de que fue un error grave no dejar que aquello fuera.

Hoy sus compañeros de oficina son una verdad cualquiera. Ahora que le toca empezar vida nueva, ahora que se va de su antigua vivienda y que se ha separado de su esposa el trabajo es lo que le queda de antes, el lugar desde el cual el protagonista de ACANTILADOS DE HOWTH mira atrás, mientras se pregunta por qué está ahí.

Así que esta novela es la historia de un tipo que trata de explicarse ante el lector,  el día en el que después de una jornada de trabajo especialmente larga se encuentra la vivienda sin Isabel: "quince horas y media para entrar en una casa tomada por el vacío". Es su cumpleaños. Estas cosas dan qué pensar. Y, entonces, empieza el despliegue de personajes. Y con el despligue de personajes el de historias. Los recuerdos. Fundamental.

Ya he dicho algo de los amigos de Móstoles (Castro, Joserra, Luis, Parada...), todos ellos son presentados con minucia y son en sí una historia que contar. Pero el narrador sitúa al lector en otros ambientes, el de la familia de Isabel, por ejemplo, el de su exnovia Raquel, los compañeros de trabajo... las historias se van intercalando mientras se teje la biografía de Ricardo, con valor, y entre ellos he podido encontrar pasajes muy buenos, descripciones de algunos paisajes psicológicos más bien habituales y que, sin embargo, se nos descubren en la reflexión sobre clases sociales, de género, de edad...

Esteban nos cuenta la historia del eterno opositor, Ricardo la del arquitecto Jiménez, Lucía cuenta la historia de la chica de deja a su novio cada tres meses hasta que el novio termina por abandonarla... y pronto Ricardo nos estará contando su propia historia y la de muchas de las personas que tuvieron que ver con su vida. Y  la galería de personajes es amplia. Hay historias brillantes como las de los padres del propio Ricardo, muy buenas como las del viaje a Holanda con los colegas, en el que se colocan con setas, o como la del premio literario (de poesía) que Ricardo ganara en Segovia casi sin querer y, sí, se puede presumir, es cierto que hay un toque en la novela que tiene que ver con la frase que Ricardo nos muestra al final: "un poeta lo puede soportar todo", de Bolaño. Este personaje que empieza el libro desorientado y desorientado lo termina, en una especie de presente que careciera de pasado.

Porque en Irlanda, el pueblo donde todos se conocen, el país de las tabernas, de pubs como el Greenhills, un pub con historia,  donde conociera primero e Edwin en el albergue, donde conociera a Andrés, a Néstor,  a la pija Betti y, sobre todo, a Ula... ese lugar al que fue para una pequeña temporada y donde estuvo, jugando a ser, dos años y medio, es ahora un lugar fuera del mundo, una promesa que no se creyó y que, sin embargo, guarda los mejores años de su vida. Por eso Ricardo  está, de nuevo, empezando a escribir, trata de divertirse con su "ironía triste", que es lo que le queda.

El estilo de Pérez Vega me ha parecido romántico. En su melancolía, en esa forma irónica y resignada con la que se divierte escribiendo he encontrado una forma muy personal de expresarse y, a la vez, un gran respeto hacia el lector, que Pérez Vega concibe como ser con sensibilidad: se agradece. Como pega apuntaría las sobredescripciones, es decir, cierto miedo a la concisión que  en ocasiones conlleva explicaciones innecesarias o demasiado especulativas, y otras veces frases de sintaxis más compleja de la cuenta. No quiero decir que en narrativa sea necesario ser austero, económico o sencillo. Lo que digo es que no es necesaria la adjetivación. Nada es necesario. Se puede ser preciosista cuando hay algo bello que decir y conciso cuando no. Se debe ser. En su favor debo añadir que la novela siempre gana a medida que avanza, va dejando atrás estos defectos descriptivos, y se carga de peso psicológico según se tejen más y más historias.

Estructuralmente alterna épocas distintas de la biografía que cuenta. En general los capítulos más atractivos están situados en Irlanda, sobre todo en los acantilados del pueblo Howth y, de hecho, el capítulo trece es sobresaliente, pero el capítulo que cierra el libro nos describe ya su vida nueva, de vuelta de los últimos sucesos, en Madrid, y también es realmente bueno. Ensambla con el primero, cerrando el círculo. A uno le queda el regusto de una prosa ambiciosa y muchas veces elegante pero, sobre todo, el de la creación de algunos personajes. Me estoy acordando de Conchi, la particularísima compañera de oficina a quien nadie quiere y que lee a Luis María Panero, por ejemplo. O el padre de Ricardo. O Ula, la polaca que dejara escapar en Irlanda a pesar de que llegaran a quererse un día mirando al mar desde los acantilados... Pero hay muchísimos personajes en esta novela, leer esta historia es adentrarse en el placer de conocer sus vidas y casi de escucharlas, porque permanece todo el tiempo el afán de contador, de cuentista, de fabulador...

Quizá Ricardo no se diera cuenta de que estaba cayendo hasta que llegó abajo, pero esto sí: esta novela también nos viene a decir que lo que consideramos fracaso es a veces retorno al punto de partida, oportunidad nueva. Y dado que puede ser cierto que un poeta pueda con todo, quizá una buena forma de empezar sea escribir.

Por cierto, leyendo a Pérez Vega me han entrado ganas de volver a Bolaño y estoy con NOCTURNO DE CHILE. A ver si cuando acabe con el chileno me entran ganas de volver al de Móstoles. 

1 comentario:

  1. Me ha gustado mucho tu reseña, casi tanto como me ha gustado esta novela que he podido disfrutar y reseñar hace unos pocos días. Un saludo.

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